ULTRAFONDO

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jueves, 15 de diciembre de 2011

FRAGMENTO EN BORRADOR DEL LIBRO 'EL DÍA QUE UNA CARRERA CAMBIÓ MI VIDA'

Cuando llegué a mi casa los deposité con cuidado dentro de una caja en la mesa de mi cuarto de estudio y me puse rápidamente a observar al detalle algunas protuberancias óseas y algunos detalles más como las suturas del esqueleto de la cabeza. Y no se me ocurrió otra cosa que coger el ...cráneo y ponerlo encima de unos libros en el salón de la vivienda, por hacer lo mismo que había visto siendo niño en la casa de un médico, hecho que me había quedado grabado en la retina. Así que, casi por inercia y como producto del subconsciente, la formación ósea de la cabeza de aquel buen hombre o buena mujer que había pasado a mejor vida donando cuerpo para la ciencia, pasó a ser un adorno más de mi casa por cierto tiempo. De haber sabido que iba a terminar en las manos de un indocumentado como yo a buen seguro que hubiera preferido que le dieran digna sepultura o fuese pasto de las llamas. El caso es que cuando mi esposa Hilda llegó de trabajar se encontró con aquél cráneo en el salón, del susto que se llevó casi le da mal. Y, para ahondar más en la herida, poco después halló la caja con todo el acervo de vértebras, cúbito, radio, huesos carpianos y qué se yo cuanto. De tal suerte que cuando llegué a casa me echó un responso de cuidado, advirtiéndome que tenía dos caminos: o devolver todo ‘aquello’ al lugar de donde provenía o tomar yo las de Villadiego, encargándose ella de hacer la de reintegrar a la Facultad de Medicina todo el acervo óseo. Por supuesto, escogí la primera de las soluciones...(Millariega)

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