ULTRAFONDO

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martes, 20 de diciembre de 2011

FRAGMENTO DE HISTORIAS DE LA MARATON, LOS 100 KM Y OTRAS LARGAS DISTANCIAS (José Manuel García-Millariega)


CUANDO LA MARATÓN CURA LAS HERIDAS
DE LA GUERRA


La historia de Marcelo De Bernardis y los veteranos de guerra argentinos que, a los 27 años de finalizar el conflicto armado, volvieron a las Islas Malvinas por primera vez para correr una maratón
Cinco argentinos, entre ellos tres ex combatientes (Fuente www.LT10Digital.com.ar), viajaron el 12 de marzo de 2009 rumbo a las Islas Malvinas para correr una maratón de 42 kilómetros. Marcelo Vallejo (47 años), Germán Estrada (46) y Esteban Pino (46) regresaron después de 27 años al lugar donde pelearon por la soberanía argentina sobre el archipiélago contra la Gran Bretaña.
Junto a ellos compitió Marcelo De Bernardis (42), el primer argentino en correr esa maratón y que el año pasado llegó tercero entre 34 participantes, 33 de ellos británicos. El quinteto se completó con una mujer, Andrea Mastrovincenzo (35), atleta de elite que supervisó un exigente entrenamiento en las sierras de Tandil (Argentina).
‘Yo no quiero hablar mucho, porque en una de esas pasa algo en mi interior, me bloqueo por la emoción y ni siquiera puedo largar’, confesó Vallejo al diario ‘Clarín’, quien velozmente fue contenido por sus compañeros, advertidos por una psicóloga de que algo ‘fuerte’ le podría ocurrir si seguía hablando de ello.
‘...Hay heridas que no cierran. Tengo los recuerdos frescos y sólo después del 2001 pude enderezarme. Antes había sufrido durante 18 años, hundido en un infierno de depresiones, alcohol y drogas. Toqué fondo y tuve mala vida…’, remata Marcelo Vallejo, quien encontró en el atletismo un estilo de vida y en el oficio de chofer una forma de sobrevivir.
En cambio Germán Estrada parece tener mejor resuelto el trauma de la guerra. ‘Es que justamente en 2007 corrí una maratón en Londres y le estreché la mano a Mike Seeberg, el jefe de los ‘gurkas’ —la tropa más temida, por valientes e ‘inescrupulosos’, de las fuerzas armadas británicas—. Fue algo raro, porque después de tanto odio, de tanto dolor, sentí algo ‘sanador’ cuando nos saludamos…’.
Por su parte Adrea Mastrovincenzo, confesó su temor de que fracasase el proyecto de la maratón. ‘Al principio —dijo—tuve cierto temor, porque no podía disociar el conflicto bélico del deporte, ya que yo no entiendo otra cosa distinta de que ‘las Malvinas son argentinas’. Hasta que por fin logré concentrar toda mi energía en la preparación atlética y me mentalicé que lo que íbamos a hacer tan solo era un ‘retiro espiritual’. Es la forma que encontré para sentirme un poco en paz y así poder romper con la angustia de ese lugar’.
Del quinteto, quien más sabe sobre la dureza de la competición es De Bernardis, que en el año 2008 terminó tercero a unos 10 minutos del ganador, Simon Almond, el actual entrenador de las efectivos militares británicos destinados en Malvinas.
De Bernardis explicó que el recorrido ‘es tremendo’, puesto que ‘el viento te pega por todos lados. Además es imposible quitarte de la cabeza la cuestión de la guerra. Vas corriendo por una ruta que a los costados todavía tiene campos minados. No hace tanto murieron dos soldados ingleses que habían sido destinados a la limpieza de esos lugares’.
El domingo 15 de marzo de 2009 (Fuente: Mario Mesa. Bogotá. Colombia,2009.www.correrbien.com) un puñado de argentinos tuvieron la oportunidad de volver a un sitio que hace muchos años dejó marcada para siempre su vida por los horrores de la guerra: las Islas Malvinas. Acompañados por un compatriota suyo (De Bernardis) que ayudó a cohesionar el grupo y una mujer (Mastrovincenzo) que representaba a las nuevas generaciones de argentinos y que se iba a convertir en la primera dama de ese país en participar en la maratón en ese lugar histórico que marcó a miles de argentinos y británicos. Y lo hicieron con todos los honores, varios podios y parando el cronómetro con tiempos muy buenos. Pero, ante todo, cerrando un ciclo en la vida de estos seres humanos. Marcelo De Bernardis, amigo de este editor e integrante de ese grupo de atletas, plasma de forma magistral en en las siguientes líneas esos momentos. Mis felicitaciones para Andrea Mastrovincenzo, Marcelo Vallejo, Germán Estrada, Esteban Pino y Marcelo De Bernardis, por haberse aferrado a sus sueños contra viento y marea para demostrar que estos se pueden convertir en realidad.
Mucho más que una maratón. Mucho más que un viaje. Es la valentía de tres veteranos de guerra y una mujer para desafiar sus fantasmas del pasado, retándolos en su propio escenario y combatiéndolos durante todo el trayecto de esos 42.195 interminables pasos.
‘¡Amigos, aquí estoy, volví…¡’, grita Vallejo al paso por Sapper Hill, donde perdió a muchos de sus camaradas
Por Marcelo De Bernardis (Buenos Aires. República Argentina) Director de un estudio de arquitectura,
fotógrafo y redactor de medios deportivos. Corredor de maratón
y otras pruebas


El día amaneció con llovizna, viento y mucho frío. Generalmente uno no logra descansar bien en la noche previa a una maratón, debido a los nervios, que resultan difíciles de dominar. Pero para todos y cada uno de los integrantes de este grupo esta competición tenía un carácter especial. Para Germán Estrada, Esteban Pino y Marcelo Vallejo, significaba el regreso a Malvinas — después de 27 años— con un carácter redentor. Sólo habían pasado once meses desde nuestro primer contacto, momento en el que estos tres veteranos de guerra me habían expresado su necesidad de volver a las Islas, potenciada con la oportunidad única de hacerlo a través de su pasión: correr… (Ver www.maratondelasislas.com).
Para mi compañera de entrenamiento Andrea (Andy) Mastrovincenzo, en cambio significaba convertirse en la primera mujer argentina en correr la maratón más austral del mundo: nada más y nada menos que la de las Malvinas.
Y para mí ese nuevo reto iba a consistir en un nuevo desafío contra mí mismo en ese escenario tan místico en esencia, caracterizado por un recorrido durísimo —en cuanto al corte topográfico— y por unas condiciones climatológicas más que adversas, como así lo presagiaban las estadísticas de las cuatro ediciones anteriores, con la particularidad de que en las tres primeras la lluvia y el viento del sur se manifestaron con gran fuerza. Sentimos una profunda emoción nada más pisar la pista de aterrizaje, después de abandonar el último peldaño de la escalera que nos separaba definitivamente del avión.
Al día siguiente de nuestra llegada ya estábamos listos para competir. Amaneció lluvioso y con mucho viento, pero a las 10:00 horas un disparo de salva dio inicio a la maratón, que partía desde el ‘Standard Chartered Stanley Bank’, entidad organizadora del evento. Tras dar una vuelta completa por la ciudad se sale a la ruta y hay que afrontar la primera subida importante, con un viento muy intenso: era como si dos manos agarraran a uno por la frente y el pecho y no lo dejaran avanzar. Las técnicas de ‘liebre’ —un corredor se pone delante del grupo, para romper el viento, por relevos— que poníamos en práctica no surtían ningún efecto. El viento pegaba por todos los lados con ráfagas heladas. Era inevitable realizar un esfuerzo extra. Por eso, Andrea —en su condición de líder femenina y ocupando el quinto puesto en la general—, decidió no arriesgar demasiado, manteniendo un ritmo más conservador.
Cerca del kilómetro 10 nos sobrepasa un corredor británico, soldado de la base de ‘Mount Pleasant’. Llegamos al aeropuerto de ‘Stanley’ con Marcelo Vallejo y otro corredor argentino. Nos cruzamos primero con Andrea y luego con Germán y Esteban. Nos saludamos, dándonos ánimos…
Seguimos en grupo de tres. Hacia el kilómetro 15 tenemos que volver a ‘trepar’. En este punto el viento en contra es fortísimo. Vemos al frente Mount Tumbledown. Marcelo Vallejo —a mi lado— resopla emocionado varias veces. Después de pasar una curva, siempre en ascenso y subiendo con gran esfuerzo por la pendiente, se descubre Sapper Hill, donde Vallejo perdió a muchos de sus camaradas 27 años atrás. ‘¡Hay, mi Dios…!’, me dice Vallejo. ‘¡Acá estamos, Marcelo!. ¡Volviste!’, le contesto…Supongo que el británico que corría detrás de nosotros —intentando resguardarse del viento—, debía sentirse un tanto desorientado entre estos diálogos cruzados, mientras hacíamos tanto esfuerzo. ‘¿Me concedes el honor…?’, me pregunta Marcelo, mirándome de costado. ‘Todo suyo, Vallejo…’, le contesto. Acto seguido efectúa un cambio de ritmo al que me cuesta responder… Me saca algunos metros de distancia y, casi llegando al kilómetro 21, mira a su derecha y grita: ‘¡Amigos, acá estoy! ¡Volví…!’. Los ‘fiscales’ de la prueba —los jueces—, parados 100 metros más adelante, no podían dar crédito a lo que veían y escuchaban: un corredor gritando a viva voz, en el tramo más duro del recorrido…
Me costó un esfuerzo sobrehumano poder alcanzar a Vallejo y retomar de nuevo el camino de vuelta. El acelerón producido por aquella enorme dosis de emotividad, pasó factura al corredor que nos acompañaba y tuvo que levantar el pie del acelerador. Así pues quedamos Marcelo y yo solos para compartir el tercer puesto. De camino hacia el aeropuerto volvemos a cruzarnos con Andrea, que nos levanta un pulgar en señal de tener todo bajo control.
Dos soldados británicos vestidos con uniformes de camuflaje nos arengan: ¡Well done, guys...! ¡You are running very fast...!’ (‘¡Muy bien muchachos, están corriendo muy rápido…!’). Vallejo me mira y me dice: ‘Ya no entiendo nada… Esto es increíble…’. Le pregunto si se siente bien. ‘Estoy feliz…’, me responde.
Nos cruzamos con Germán Estrada y Esteban Pino. Este último nos grita: ‘¡Están cada vez más cerca del segundo…!’. En efecto, mi amigo el británico Hugh Mariden —que en la edición del año anterior me había sacado diez minutos, obteniendo el segundo lugar en la clasificación— ahora parecía estar a escasos 400 metros. Miro a Vallejo y le digo: ‘Entre los dos tenemos el podio asegurado.Me gustaría arriesgar e ir a por él…’. Vallejo no tiene dudas: ‘Hicimos las últimas dos millas en 06:22... ¡Es una locura! Seguí vos…’. Le digo a mi compañero que ‘ok’ y que voy a por Hugh, continuando con paso firme.
Llegamos al punto del cruce de la ruta con la calle que nos conecta a la ciudad. Allí se halla apostada nuestra amiga Laura Otero, que no quería perderse este viaje. También están presente Noe —la mujer de Esteben Pino— con sus hijos Gumi y Jerónimo, de 15 y 14 años respectivamente, que decidieron acompañar a su padre en este sentimental viaje. El griterío en ese punto fue un aliciente extra para seguir apretando el paso. Llego al kilómetro 30 y algo más adelante saludo a mis adversarios, que ya habían retomado el camino del aeropuerto. Yo también comienzo a recorrer las ultimas 7 millas (11,6km) de la maratón. Me cruzo con Marcelo Vallejo, al que doy ánimos. También veo a Andrea: decidida, pero con ciertas dificultades en cada paso. Más tarde me enteraría de que en el descenso de Sapper Hill sufrió un desgarro muscular y que, a pesar de ello, decidió completar el recorrido en esas condiciones, sin darse la posibilidad de abandonar.
 Vuelvo al cruce y el griterío de los chicos es ensordecedor. ‘¡Go, Marcelo, go…!, me grita Fran Biggs, la directora del ‘Penguin News’, el único periódico de las Islas, mientras me toma una fotografía. El año pasado y sin conocerme, Fran puso una foto mía en la tapa del periódico, destacando la presencia, por primera vez, de un argentino en la maratón de las Islas Malvinas.
Doblo hacia la derecha, confiando en que el hecho de correr dentro de la ciudad me serviría de refugio contra las inclemencias. Desgraciadamente no fue así. El viento en contra dejaba sentir su potencia y, pasado el kilómetro 36, este ingrediente adicional se volvió demoledor.
Paso por la puerta del banco organizador y recibo la última botella de agua por parte de las asistencias. Los habitantes de la ciudad me saludan con exclamaciones de aliento, como si fuera uno de ellos. Llego hasta el límite oeste, dispuesto a cubrir el último tramo de la carrera. Dentro del tejido urbano, me resulta imposible tener una referencia visual de mis adversarios. Pero, nada más salir a la avenida costera (Ross Road) —y justo enfrente del ‘Monumento de la Primera Guerra Mundial’— diviso a Hugh, a unos 200 metros delante de mí. Decido darle alcance y arremeto con todo lo que me queda de energía. Pero la maratón se termina y entro en la línea de meta detrás de Hugh, a escasos 50 metros (concretamente, a 14 segundos).
Termino exhausto, pero feliz…Había trabajado en los entrenamientos para hacer la prueba en un tiempo de 02:59:30 y terminé más de dos minutos por debajo de lo previsto (02:57:22). Por segunda vez subiría al podio como tercer clasificado en mi historia de corredor de maratón, con un tiempo soñado por cualquier corredor entendido en la materia. Y lo había conseguido nada menos que en Malvinas, en un escenario topográfico durísimo y en condiciones climáticas más que adversas.
Saludo a los vencedores y voy en busca de Marcelo Vallejo, que viene decidido a concluir su maratón. Corremos juntos los últimos metros y finaliza sus 42.195 metros en 03:06:23. Marcelo es un experimentado triatleta, pero ésta era su primera maratón. Su marca, por lo tanto, es formidable. Nos fundimos en un abrazo profundo e interminable en la explanada de la llegada, con nuestras lágrimas mezcladas, producto de una emoción que nos desbordaba. Así permanecimos mucho rato, sin importarnos los presentes…
Tan largo y emocionado fue ese abrazo que la llegada de Andrea Mastrovincenzo pasó desapercibida para nosotros. Andy acabó su carrera en 3:12:29, cayendo exhausta en brazos de Laura Otero, que en ese momento ya nos estaba esperando en la línea de llegada.
Intentamos reacomodar nuestras emociones, mientras nos abrigábamos y tomábamos un café caliente. Transcurrido algún tiempo, diviso a Esteban Pino, enfundado en su rompevientos verde neón, aumentando su cadencia de paso.
Salgo en su búsqueda y lo acompaño en su llegada, donde a nuestro abrazo se le suma el de Vallejo, que vino a nuestro encuentro. Esteban completó su recorrido en 04:02:40, sintiéndose orgulloso por eso. A nuestro apretón conjunto se suma el de Germán Estrada, que —con sus 04:05:41— también comparte nuestra emoción. No hay muchas palabras para describir aquel momento, en el que se fundieron las emociones de un de un deporte solitario e individualista con un proyecto de redención colectiva.
Mucho más que una maratón. Mucho más que un viaje. Es la valentía de tres hombres de desafiar sus fantasmas del pasado, retándolos en su propio escenario y combatiéndolos durante todo el trayecto de esos 42.195 interminables pasos.
En la ceremonia de premios —que tuvo lugar en el ‘Town Hall’ de la ciudad—,  Andrea Mastrovincenzo se hizo acreedora de un cheque por 1.100 libras y un soberbio trofeo, recibido de propias manos de la máxima autoridad de la ciudad, Mr. Paul Martínez, que premió su tenacidad a la hora de ir por todo o nada, poniendo en riesgo su propia integridad física. Los aplausos de los presentes en el recinto fueron el corolario de ese momento respetado por todos.
Lo mismo me ocurrió a mí. Repetir esa experiencia única —vivida con tanto respeto— resulta casi una bendición. Un trofeo y el cheque por 350 libras, también de manos de Mr. Paul Martínez y el saludo del ‘Chief Executive Officer del Standard Chartered Stanley Bank’ y director de la maratón, Mr. Rino Donosepoetro. También recibí las felicitaciones de mis adversarios deportivos, Lee Pattison (02:55:51) y Hugh Marsden (02:57:08), los que habían sido primero y segundo respectivamente.
Al descender del podio, obtengo el más sagrado de todos los premios. El abrazo conjunto de los miembros del grupo, que me lleva a un estado de gratificación extrema. Este momento es el disparador inicial del deseo de regresar de todos, para intentar hacerlo, el año próximo, aún mejor… (Cortesía de Marcelo De Bernardis, ‘finisher’ de las maratones de Buenos Aires [2004, 2005, 2007, 2008, y 2010], Islas Malvinas [2008 y 2009], ‘Toronto Waterfront Marathon’ (Canadá) [2009] y ‘Athens Classic Marathon’ (Grecia) [2010]. emedebe@sion.com).



60 ex combatientes argentinos llegaron
a Malvinas


El grupo proveniente del continente (Fuente: abierta tv. Buenos Aires. 17 de marzo de 2009) arribó a Puerto Argentino en las últimas horas, sin que, al parecer, hubiera un aviso diplomático al respecto.
El consejero isleño Mike Summers, de la llamada ‘Asamblea Legislativa del Archipiélago’, señaló en declaraciones a la prensa que ‘estoy muy contrariado de que no hayamos sido informados con anterioridad del plan para enviar un grupo tan numeroso de veteranos’.
El funcionario pidió que los veteranos ‘no remuevan reliquias de los sitios de batalla, ni profanen ninguno de los monumentos de guerra —incluyendo la remoción de tierra— como ha ocurrido con anterioridad en el cementerio argentino’.
Al mismo tiempo, también está de visita en las Islas un pequeño grupo de veteranos británicos de la guerra, ex integrantes del regimiento de paracaidistas.
Otros tres visitantes argentinos compitieron en la maratón organizada por el ‘Standard Chartered Bank’ el domingo pasado. Marcelo De Bernardis, quien se ‘ubicó’ tercero el año pasado, también repitió en esta oportunidad en esa posición.

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