ULTRAFONDO

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jueves, 12 de enero de 2012

HÉROES DEL ASFALTO: MIGUEL ORTIZ DE GUINEA ARGÜELLES

MIGUEL ORTIZ DE GUINEA ARGÜELLES
Gijón (Principado de Asturias)


Nací en Moscú hace 61 años. Resido en Gijón (Asturias). Estoy casado y no tengo hijos. Soy encofrador. He pertenecido al club ‘Km. 0’., de Sama de Langreo y, en la actualidad, corro bajo la disciplina del ‘Veteranos de Asturias’. Me gusta el deporte, el arte, el ballet, la ópera, la pintura, la arquitectura, el cine, la literatura y…podría seguir.
Comencé a correr en el año 1980, buscando esa combinación de mente y cuerpo sanos, aunque también como método de relajación, ya que soy algo nervioso.
Fui jugador de fútbol en la tercera división española. Además participé en campeonatos nacionales, europeos y mundiales en pista. Y lo hice en casi todas las disciplinas: salto de altura, 100 m. lisos, 100 m. vallas, 60 m. lisos, 60 m. vallas, salto de longitud, 200 m. lisos, 4x100 m., 1500 m. lisos y 800 m. lisos. También fui ciclista en carretera y en ‘mountain bike’. Realicé travesías a nado y natación máster. Así como triatlón, biatlón —dos medallas de oro en los campeonatos nacionales—, duatlón y pentatlón moderno, donde obtuve un aceptable puesto en el campeonato mundial de Mónaco.
He completado 64 maratones —en competiciones nacionales, europeas y mundiales—, así como unas 200 medias maratones, también por España y el resto del mundo. Campeón nacional durante dos años consecutivos en la ‘Green Cup’: 10 km. de carrera, 40 en bicicleta y otros 5 de nuevo corriendo.
Corrí la prueba de 100 km. por primera vez en el año 1992, en Santander (Cantabria), empleando un tiempo de 12 horas y media. Como ya había terminado muchas maratones, quise dar un paso más allá… Probar un nuevo reto. Me presenté en la salida sin ningún tipo de miedo, tensión o alteración fisiológica, porque ya estaba curtido en mil batallas. Aunque debo decir que es una prueba distinta a la maratón, mucho más dura y exigente. Para mí, lo peor de todo fueron las rozaduras que me produjo tanto trabajo mecánico a lo largo de las horas, en axilas, cara interna de los muslos y otras zonas del cuerpo. Fue un sufrimiento añadido, que no fui capaz de controlar. Porque, en cuanto al entrenamiento, debo decir que yo nunca hice ninguna preparación especial, ni para esa ni para cualquier otra prueba. Tampoco seguí ningún régimen de alimentación. Mi comida fue normal: la de todo el mundo. A lo mejor no era la adecuada, pero yo no soy un experto en nutrición. Así que —aunque soy metódico— me dejaba llevar: comía cuando tenía hambre y bebía cuando me entraba la sed. Aunque he de reconocer que sí consumía más agua de la que se ingiere normalmente: unos dos litros y medios diarios. De vez en cuando utilicé algún complemento energético, aunque no era frecuente que complementara mi alimentación con ningún producto.
A pesar de que yo había hecho mucho deporte, al terminar los 100 km. sentí una alegría inmensa. No se puede describir. Aunque siempre corrí arropado por mi mujer y mis amigos más íntimos, que en todo momento me dieron ánimos y valoraron mi esfuerzo, aunque una vez mi señora me dijo que ‘no era normal correr 100 km. a mis años’. Pero fue un comentario cariñoso…
Ahora bien: tengo que decir que —dejando aparte las incómodas rozaduras, que me molestaron demasiado— soporté bien el esfuerzo de toda la prueba, aunque en el kilómetro 90 se me puso la carrera bastante cuesta arriba. Para mí ese es el peor escollo de la competición. Ahí sí que de verdad vi el famoso ‘muro’…
Volví a correr en Santa Cruz de Bezana en el año 1996. Y dos años más tarde terminé los 100 km. ‘Villa de Madrid’. En total participé en tres pruebas de ‘Cien’. En la segunda ocasión para acompañar a mi buen amigo Rafael Cabello, que tomaba la alternativa y, claro está, necesitaba un padrino…
Para mí fue un reto, un acto más de superación personal en mi vida. Y volveré a correr 100 km. el día menos pensado. Basta con que me lo proponga. Por satisfacción personal, por vencer a las dificultades. Aunque a veces la conclusión de estas pruebas tan duras no reciba por parte de algunos el reconocimiento que se merece su finalización. Solo se sabe pasando por ello. ‘Ora et labora’: es lo que se pregona. Pero lo que pasa es que muchos solo hacen lo primero: orar desde el ‘chigre’ —taberna, en la lengua astur, el ‘bable’—, criticando cualquier acción que no sea adorar a sus ídolos de barro, impuestos por los medios de masas. Me estoy refiriendo a los que nunca hacen nada, salvo potenciar la envidia y la crítica insana. Y también a los fanfarrones y figurines, que solo van a lucir el equipamiento…
Para hacer una carrera de 100 km. yo aconsejo a cualquier atleta —que ya tenga una buena base en carreras más cortas— que lo intente y que no haga caso de los ociosos, que siempre le van a mostrar el lado más negativo. Correr 100 km. puede enriquecerte mucho como persona y deportista. Y si lo sabes hacer bien puedes hasta disfrutar, tanto entrenando como compitiendo. Tendrás sensaciones únicas, que de otro modo no experimentarías jamás. Yo considero que una edad buena para acometer esa prueba es a los 30 años.

Algunas de mis vivencias personales
•    En el año 1996, al día siguiente de correr los 100 km. de Santa Cruz de Bezana, participé en el campeonato del mundo de triatlón en San Sebastián: 1500 m. nadando, 40 km. en bicicleta y 10 km. de carrera. El día era ‘de perros’, con olas de más de 5 metros de altura. Por eso la organización tomó la decisión de suprimir la prueba de nado. Pero los patrocinadores protestaron enérgicamente y, al final, se celebraron las tres pruebas, con el evidente riesgo para la vida de los atletas, pues los socorristas se negaban a salir al mar y, cuando por fin lo hicieron, los medios con los que dispusieron a llevar a cabo su labor fueron manifiestamente escasos. A pesar de todo, los triatletas nos lanzamos al agua y terminamos milagrosamente esa primera fase. Pero mi caso fue singular, pues todos los participantes estaban equipados con trajes de neopreno, en tanto que yo debí enfrentarme a los 1500 metros de gélidas aguas con un minúsculo bañador. Pero al final —gracias a mi fortuna y tenacidad— fui recompensado con un valioso décimo puesto en el mundial.
•    En esa misma edición de los 100 km. de Santa Cruz de Bezana, cuando abandonaba el pueblo por cuarta vez, oí la sirena de la policía y ví el coche de los agentes, que pasó precediendo a un atleta, el cual iba corriendo tan fresco, como si acabara de empezar la faena. Lo cual me extrañó bastante, porque yo no sabía —pensé—que se celebraba una prueba ‘más corta que los Cien’ en el mismo circuito, en el mismo día. El caso es que intenté seguirlo y usarlo como liebre. Pero lo conseguí sólo durante escasos cien metros. Luego oí su nombre por la megafonía y que iba en cabeza de la prueba de 100 km.: Constantin Santalov, ruso, paisano mío… — ¡vaya sorpresa! — y que, al final, sería el ganador, con 6 horas, 33 minutos y 10 segundos.
•    En una ocasión terminé la maratón de Toral de los Vados (León) ciertamente fresco. Fue una de las pruebas que realicé en mi vida con menos esfuerzo. Hacía breves paradas —cada kilómetro, más o menos— dejando ADN por los pueblos y carreteras de Cacabelos, Ponferrada, Villadepalos y otros. Esas pausas me permitirían descansar. Pero no me detenía a propósito, sino que acuciado con virulencia por una incipiente diarrea…
•    En los 100 km. ‘Villa de Madrid’ (1996), a medio camino de la prueba me detuve en un control, al objeto de que me dieran un masaje. Después de que el profesional hubo manipulado mis piernas, me hizo una pregunta que me dejó desconcertado. ‘Pero, oiga —me dijo— ¿pertenece usted a la carrera?. Porque este servicio es para los corredores oficiales…’.Es que no había encontrado la más mínima dureza en mis piernas y eso le llevó a la sospechar de mi condición de participante en los 100 km.
•    En la ‘Green Cup’ de Santoña —10 km. de carrera, 40 de bicicleta y de nuevo 5 km. corriendo—, cuyo trazado discurría por un paraje salvaje y accidentado, pasé uno de los momentos más difíciles de toda mi trayectoria deportiva. Ya en la segunda fase, cuando llevaba diez kilómetros en bicicleta, el terreno se volvió tan abrupto y complicado que tuve que cargar con la bicicleta a cuestas durante 30 kilómetros. En la zona de los acantilados sólo se podía pasar por el angosto sendero de uno en uno, con la bicicleta al hombro y agarrándose a las ramas de los arbustos, a las hierbas y a todo lo que era posible asirse, a fin de despeñarse por el acantilado.
•    En una edición del campeonato del mundo de maratón celebrada en San Sebastián se alcanzó una temperatura de 40º C., con una humedad relativa del aire del 80%, lo que obligó a los responsables de la sanidad a solicitar ambulancias a otras comunidades autónomas, debido al gran número de maratonianos que se desvanecían en plena carrera
•    En la llamada ‘Maratón del Milenio’ (Madrid), la dureza de la prueba fue tal que ‘rompió’ a muchos atletas. Me encontré a un buen número de ellos vomitando en diversos puntos, ya avanzada la carrera. A falta de 500 metros para la meta un corredor de Mieres (Asturias) se desplomó y tuve que reanimarlo y ayudarle a cruzar la línea. Después lo recosté contra un árbol, para que se fuera recuperando. Tanto debió sufrir y tan dramático fue su esfuerzo que se quedó dormido en esa incómodo postura y estuvo roncando —en el mismo sitio que lo deposité— hasta la hora de nuestro regreso a Asturias, a las dos de la madrugada. Cuando lo dejamos en Mieres, cantaba alegremente, como si no le hubiera sucedido nada…

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