ULTRAFONDO

ULTRAFONDO

miércoles, 11 de enero de 2012

HÉROES DEL ASFALTO: EUSEBIO SOLANA

EUSEBIO SOLANA: HISTORIA DE UNA EPOPEYA GLORIOSA EN LOS 100 KM DE CONDOM (FRANCIA)


‘No puedo ver el rostro de Solana, en la noche oscura, pero me lo imagino descompuesto y triste. Simulo no darme cuenta de su angustia, del desmoronamiento, pero le prevengo de la posibilidad de que llegue. Trato de que se produzca una comunicación, de que reaccione a mis palabras. Sé que estos minutos son decisivos. Que las pruebas de superfondo precisan tanta preparación física como psíquica. Por eso creo que estas dificultades son salvables y que puede llegar otro chorro de energía recuperadora. Si te sientes desfallecer, no te pongas nervioso, le advierto. Puede ser algo pasajero. Piensa en los sacrificios para llegar hasta aquí, en los meses de preparación continua y continua...
Son las diez de la noche. Hace un par de horas que cesó la lluvia, menos temible que el calor, pero una dificultad más en la carrera de los superfondistas’. (Oscar Gutiérrez, Diario ‘Alerta’, Santander, abril de 1980).
‘Eusebio Solana —sigue el periodista—, un atleta casi desconocido, ha pasado por el control de Condom (Armagnac), el pueblecito francés que organiza una de estas impresionantes pruebas pedestres de 100 km. y va a iniciar la última vuelta, clasificado en quinto lugar. Estamos ya en el kilómetro 84, un falso llano. Marcho a su lado, en bicicleta, con una sola ponchera de glucosa, unas onzas de chocolate y unos cuantos dátiles. Hace más de diez minutos que no me dirige la palabra: está taciturno. Su cadencia ha disminuido de forma alarmante. El paso se acorta, el correr se vuelve descompasado. Existen todos los síntomas de que ha entrado en crisis, de que está atravesando una depresión. Allí mismo, unos minutos más tarde, puede acabar todo.Los años de endurecimiento, los meses de preparación específica para esta prueba, las seis horas largas de generoso esfuerzo...Horas antes, minutos antes, hemos visto la triste retirada (o la caída provocada por el agotamiento) de otros muchachos que, a las tres de la tarde, habían afrontado esta experiencia.El atleta al que debo acompañar, animar, prestar asistencia, puede ser el próximo...’

Los primeros 60 kilómetros
‘Retrocedamos en la carrera —pide Oscar Gutiérrez—. Durante más de seis horas a Eusebio Solana lo ha asistido Miguel Andrés Castillo. En la cestilla de la bicicleta lleva ocho poncheras de glucosa y un preparado de sodio y potasio. El especialista en medicina deportiva, doctor Pérez Borges, aconseja un preparado compuesto de celulosa (azúcar), sodio, potasio y zumo de frutas, que él llama de las ‘3-R’ (reazucarar, resalar, rehidratar), cuya metabolización es inmediata, llegando enseguida a los músculos (sin que produzca malestar gástrico). Numerosos deportistas lo han utilizado con éxito, Soto Rojas entre ellos’.
‘Seis horas en bicicleta —para quien hace años dejó de imitar a Eddy Merckx— se acusan. Cervicales, espalda y...más abajo. Pero tenía que seguir, ya que cada 20 minutos Solana ingería unos sorbos de glucosa. Me había unido a ellos en el kilómetro 60. Poco después, Andrés Castillo sufre un reventón en su rueda delantera. Cojo una ponchera de su cesta y prosigo junto al atleta, confiando en que, reparada la avería, Castillo nos alcanzaría. Los minutos pasan y tampoco le vemos. Comprendo inmediatamente la inquietud del superfondista y mi responsabilidad, pues no estaba seguro de poder hacer, en aquéllos duros repechos, otros 20 kilómetros’–dice el periodista.
‘Solana me ruega —me grita— que no le abandone. Le prometo que llegaremos juntos a la meta. Relleno la ponchera y comienzo a subir el alto de Larresingle.Más tarde nos enteramos de que Castillo había pinchado otra vez (la carrera discurría por carreteras vecinales descarnadas) y no pudo enlazar con nosotros. Ya estamos en el kilómetro 84 y la crisis de Eusebio Solana es evidente. Media hora antes se había detenido unos segundos para orinar. Después tuve que buscarle una pomada balsámica para mitigar el escozor de las rozaduras de la ingle, antebrazo y costado’.
‘No sabes cuándo puede llegar esa sensación de fatiga, esa barrera que puede llevarte a la amargura del abandono. Días antes, Solana me había comentado que tenía miedo a los últimos 20 kilómetros. Soto Rojas me decía que las dificultades ya pueden surgir después del km. 50, bien por no ingerir el lubricante a tiempo o por llevar un ritmo inadecuado.No puedo ver el rostro de Solana en la noche oscura, pero me lo imagino descompuesto y triste. Simulo no darme cuenta de su angustia, del desmoronamiento, pero le prevengo de la posibilidad de que dicho estado llegue. Trato de que se produzca una comunicación, de que reaccione a mis palabras. Sé que estos minutos son decisivos. Que las pruebas de superfondo precisan tanta preparación física como psíquica. Por eso creo que estas dificultades son salvables y que puede llegar otro chorro de energía recuperadora. Si te sientes desfallecer, no te pongas nervioso –le advierto. Puede ser algo pasajero. Piensa en los sacrificios para llegar hasta aquí, en los meses de preparación continua y continua...’.
‘En ese momento le rebasa el inglés Slade, un factor desmoralizante, que puede unirse a otros dos decisivamente negativos: que piense en la distancia que aún le queda por recorrer y que se ponga a caminar, lo que transformaría en marcha su ahora lentísimo ritmo de carrera.Recuerdo haber leído lo que decía un campeón de maratón (Rodgers o Shorter, ahora no lo sé) al respecto: que no era aconsejable recordar los kilómetros que aún quedaban. La prueba debe ser ese instante, ese tramo, ese corto descenso. Hay que fraccionarla mentalmente... A cien metros está el llano. ¡Tienes que continuar...!, –casi le ordeno. Luego llamaremos a tus padres a Colindres (Cantabria) y a tu esposa, para contarles la hazaña. ¡Ni se te ocurra abandonar!. ¡Cien metros más...!. Pero era desconocer la voluntad de vencer de los ultramaratonianos. La firmeza para dominar, doblegar esos obstáculos que la fatiga pone en el camino. Y seguir, seguir...hasta cruzar la línea de llegada’.
‘Noche estrellada, luna llena. Por aquí cerca nació D’Artagnan. A unos minutos de automóvil están las destilerías de Armagnac del ciclista Luis Ocaña. Los labradores gascones se han retirado pronto a dormir. Sólo se escucha el ladrido de los perros, cuando pasamos por las granjas que están cercanas al camino, el cual se halla jalonado con antorchas. Una vez en el llano, Eusebio Solana parece reaccionar. Aumenta el ritmo y me pregunta cuanto falta. Tienes que pasar sólo por dos avituallamientos –le esquivo. Sigue, que ahora llevas buen ritmo…Se iergue, recompone la figura y el paso: la zancada se vuelve más amplia. Termino, estoy seguro de que termino –me asegura. Sólo he pasado un mal momento, pero ya está superado. Juntos hasta la meta, ¿de acuerdo?’.
‘Me dice que lleva las zapatillas justas. (Los pies hinchados, cargados, llegan a aumentar hasta dos números). El atleta de Colindres (Cantabria) había salido con un número y medio mayor y el calzado, aun así, comienza a oprimirle ligeramente.Le motivé. Le ‘canté’ tiempos. Podía bajar de las nueve horas. Podía acercarse al tiempo de su amigo Soto Rojas en ese mismo circuito (8h 48’), mucho más duro que Belvés o Millau’.
‘Se encontraba bien, pero no había que confiarse. He visto caer atletas en el último kilómetro, en los últimos 100 metros de un maratón. Minutos después divisamos la silueta del inglés Slade. En poco tiempo le da alcance. A la vista de Condom, rebasa al francés Couly. En esos momentos era cuarto. Toma glucosa por dos veces, porque el organismo encendía la luz de reserva cada vez con más insistencia. No ingiere ningún alimento sólido. El año anterior (tímido y desconfiado por el recorrido) había empleado 10h 57’. Ahora estaba a punto de mejorar su marca en ¡casi dos horas!. Las luces del pueblo le invitan a aumentar la cadencia. Cuando iban a dar las 12 de la noche, cruza la línea de meta con un crono de 8h 59’ 43’’. ¡Nueve horas corriendo!. No significaba ningún record nacional, ni siquiera regional, pero era el suyo propio...’.
‘Esto es el ultrafondo: esperar la señal de partida, vivir experiencias únicas. En una docena de kilómetros se pueden sentir toda una gama de emociones humanas...Sufrir, creer que vas a hundirte, agotado. Deseos de dejarlo todo e irte a casa. Sentirte morir y, de pronto, la agradable sensación de la energía que vuelve a renacer. Y continuar, continuar...aún con los pies sangrantes, los brazos y las piernas doloridos, para saborear la maravillosa sensación de cruzar la línea de llegada. Un diploma, recordando la gesta y poco más...en lo material. Pero en su ser más profundo habrá comprendido que es capaz de realizarse plenamente, de alcanzar lo que le parecía inalcanzable, de lograr algo que casi sólo depende de su esfuerzo, de su sacrificio libremente admitido y, por encima de todas las cosas, de la voluntad de ser lo que se es, de hacer lo que se ha hecho, por muy singular que parezca. Es entonces cuando podrá decirse: he encontrado un héroe, soy yo mismo...’ (Cortesía del diario ‘Alerta’. Santander. 2011).

No hay comentarios:

Publicar un comentario