ULTRAFONDO

ULTRAFONDO

miércoles, 11 de enero de 2012

HEROES DEL ASFALTO; JAVIER RODRIGO ROMEO

JAVIER RODRIGO ROMEO
La Fresneda (Principado de Asturias)


Nací en Oviedo y, en la actualidad, resido en La Fresneda (Siero). Tengo 41 años y pertenezco al club ‘Piloña Deporte’. Estoy casado y tengo dos hijas. Empecé a correr de forma continuada en 1999. Había dejado de hacer deporte y sentí la necesidad de volver a ponerme en forma. Ese año me trasladé a vivir a La Fresneda y allí encontré el entorno ideal para practicar el ‘running’ en la ‘Milla del Club de Campo’, lugar de celebración de las ‘24 Horas Running Race’. Este hecho de empezar a correr me supuso numerosas ventajas: mejorar físicamente, lograr evadirme de los problemas cotidianos, fijarme metas, ganar en confianza y autoestima…
Cuando era chaval practiqué todo tipo de deportes: fútbol, baloncesto, hockey, esquí…A los 15 años —casi de casualidad— me inicié en el atletismo. Todo empezó un día en la clase de educación física del colegio San Ignacio (Oviedo), cuando estábamos calentando para realizar unos ejercicios. Al pasar por debajo de una de las canastas se me ocurrió saltar y colgarme del aro de una de ellas, que estaba a 3 metros y 5 centímetros de altura. En ese momento, Azpeitia, ex entrenador del saltador de longitud Yago Lamela, me echó una bronca —porque podía haber roto dicho aro—, pero al final de la clase me dijo que le había impresionado el bote que tenía y me propuso saltar altura. Ahí empezó mi idilio con el atletismo. Luego fiché por el ‘Universidad de Oviedo’ y fui varias veces campeón de Asturias absoluto. Sin embargo, hacia el año 1990, tuve que dejar de competir, porque me quitaba tiempo para los estudios y además tampoco hubiera llegado muy lejos. Posteriormente retomé esta misma disciplina en el 2007, ya en categoría veteranos donde fui dos veces campeón de España y otras dos subcampeón. Además participé en un europeo y un mundial. Entre ambos periodos hice fondo (4 maratones, varias ‘medias’ y carreras de menor kilometraje), además de una prueba de 100 km. en Santa Cruz de Bezana (Santander, 2006).
Lo cierto es que necesitaba motivarme con nuevos retos. En la maratón me planteé bajar de 3 horas y, una vez que lo conseguí, dejó de tener sentido para mí el seguir participando en los 42 km... Así que me planteé como nuevo objetivo el afrontar los 100 km. Además quería dedicar la carrera al malogrado y querido amigo Juan Puerta (‘Piloña Deporte’), gran atleta y mejor persona. Aunque la prueba me provocaba cierto respeto. Nunca había afrontado más de 50 km. seguidos en los entrenamientos y no sabía cómo me iban a responder las piernas a partir de esa distancia. A la familia no le comenté nada. Les dije que iba a correr una maratón. No quería preocuparles con un reto tan exigente. Mis amigos me animaron. Estaban convencidos de que lo conseguiría.
Mis entrenamientos para los 100 km. se basaron en acumular los máximos kilómetros posibles a la semana durante un periodo específico de 3 meses. El momento de más carga fue a 20 días de la prueba. Traté de acumular 150 km., pero me fue imposible. Al final me quedé en 130 km. —que es muy poco—, pero mi cuerpo no fue capaz de asimilar más. Decidí, por tanto, no sobrecargar el organismo, para poder llegar lo más entero posible a la prueba y evitar lesiones. La ‘tirada’ más larga que llevé a cabo fue de 50 km. No hice nada de calidad, porque mi objetivo se limitaba a intentar acabar la carrera…
En cuanto a la alimentación previa, comí de todo, si bien incrementé la ingesta de carbohidratos antes de las sesiones de entrenamiento largas. También bebía bastante durante los entrenamientos y complementaba la alimentación con glucosa y barras energéticas. Solía consumir cada hora un ‘botellín’ de agua o su equivalente en isotónico. Ya en la competición, bebía cada 5 km,. ya que había una humedad tremenda. También avituallé con preparados de glucosa y barras energéticas.
Corrí desde el inicio con un grupo de atletas con marcas parecidas a la mía en maratón, aunque ellos con experiencia en los 100 km. Recuerdo que pasamos los 42 km. en 3 horas y media. Me pareció un ritmo muy rápido, pero íbamos charlando y casi ni me enteré. Para mí el ‘muro’ estuvo en el km. 60. Las piernas me fallaban y todavía faltaban otros 40 km. Ahí tuve dudas de si sería capaz de terminar la carrera. No había acumulado suficientes kilómetros en los entrenamientos y eso se notaba. De todas formas, no me puse nervioso: reduje la intensidad y seguí adelante. A partir de ahí puedo decir que corrí más con la cabeza que con las piernas…
Tuve otro problema en el km. 75. Me paré en un avituallamiento, porque creí que me había entrado una piedra en la zapatilla. Me senté en una silla y tuve que pedir ayuda para que me desataran el cordón, porque no era capaz de doblarme. Luego resultó ser una ampolla. Aguanté con ella 25 km. Fue lo más duro.
Como ya dije, mi única participación en una prueba de ultrafondo fue los 100 km. de Santa Cruz de Bezana (2006), edición que, además, fue campeonato de España. Viajé en coche desde La Fresneda (Asturias) con mi amigo García-Millariega, el autor de este libro, que fue quien me metió el ‘gusanillo’ de correr esta prueba. Nos hospedamos en un hotel sencillo y acogedor y cenamos con el irlandés Edward Gallen. Recuerdo que comimos fuerte, como no podía ser de otra forma: pasta, huevos, chorizo, patatas...
La carrera comenzó a las siete de la mañana de un sábado de finales de septiembre y en la salida ‘orbayaba’ —lluvia fina en la lengua astur, el ‘bable’— un poco. La carrera discurrió en el ya conocido circuito de 10 km. al que había que dar otras tantas vueltas. Por cierto, bastante ‘rompepiernas’, con numerosas subidas y bajadas, algunas con cierto desnivel. Fue una jornada de mucha humedad, con lo que los corredores que aspiraban a mejorar sus marcas lo tenían francamente difícil. Éramos 75 atletas en la salida. Había un equipo ruso de nivel internacional, con gente con marcas sobre las 6 horas y media. También creo que corría Jorge Aubeso, el campeón de España. Como era mi primera participación y no tenía referencias sobre tiempos de paso, pregunté a los corredores en la salida sobre sus marcas en la maratón, para correr a ritmo de alguno de ellos. Al final me metí en un grupo de unos seis atletas, con los que hice la primera mitad de la prueba. Bebía en cada avituallamiento —cada 5 kilómetros—e iba tomando glucosa y barritas energéticas que había comprado con anterioridad y que ya había probado en los entrenamientos. Cuando uno del grupo ‘cantó’ 3 horas 30’ al paso por la maratón me pareció que íbamos rápido. Creo que ese desajuste me hizo a la larga perder demasiado tiempo en los últimos 30 kilómetros. Pero me veía cómodo a esa marcha y, en ese momento, no encontré lógico descolgarme del pelotón. Además nos íbamos contando nuestras experiencias en carreras anteriores y todo tipo de anécdotas, con lo que devorábamos kilómetros casi sin enterarnos. Me viene a la cabeza ahora un relato de Ángel Marcos de la Mata —el experimentado ultrafondista leonés—, el cual reseñaba que a cierto corredor, en una carrera de ‘Cien’, habiéndole entrado unas ganas imperiosas de defecar, se encontró con la desagradable sorpresa de que no era capaz de agacharse. No me acuerdo como acabó ‘la película’, pero fue muy divertido…
A partir del kilómetro 50 el grupo se diluyó como un azucarillo en el café. Algunos quedaron detrás de mí y otros por delante. Ya no tenía casi ‘piernas’, así que hube de correr con la cabeza y el corazón. Mis dudas surgieron en el kilómetro 60. Para entonces ya había habido varios abandonos, algunos de corredores experimentados y de calidad.
Recuerdo que ya avanzaba despacio. Las piernas empezaban a fallar y quedaban todavía 40 km. Tocaba sufrir y no cometer errores. Había que regular mucho porque quedaba un mundo. Además mi ‘tirada’ más larga en entrenamientos había sido de 50 km., con lo que la incertidumbre sobre si sería capaz de acabar la prueba era enorme. Luego estaba el peligro de la deshidratación, debido a la enorme humedad y la posibilidad de calambres, ampollas y dolores musculares o articulares.
El otro momento de duda me surgió en el km. 75. Como ya dije antes, me empezó a molestar algo en la planta del pie derecho, hasta el punto de que me impedía pisar con normalidad. Pensé que me había entrado una piedrecilla. Me senté en una silla del avituallamiento e intenté descalzarme. No podía doblarme, así que pedí ayuda a uno de los colaboradores de la organización que estaba en el control. Al final no se trataba de una piedra, sino que de una ampolla. Me asusté un poco. No sabía cómo iba a responder con tal inconveniente a falta de 25 km. Seguí adelante con mucho sufrimiento y poniendo al límite toda mi resistencia mental. Sin embargo, todo salió bien: a 5 km. de meta supe que lo había conseguido. Al entrar bajo la pancarta señalé al cielo, para dedicarle mi participación a Juan Puerta, mi querido amigo del ‘Piloña Atletismo’, fallecido en accidente de tráfico. Me emocioné bastante. El tiempo fue de 9 horas y 32 minutos y el puesto el 26.
Me quedé bastante satisfecho con el resultado, aunque para mí lo realmente importante fue poder acabar la prueba. Aunque debo reconocer que finalicé bastante cansado, después de tantas horas sin parar de correr y con el doloroso problema de la planta del pie derecho. Luego vino el masaje —a los dos días ya estaba trotando de nuevo— la subida al podio y el cambio de impresiones con el resto de compañeros de batalla. La organización fue excelente y el recuerdo imborrable. Fue una experiencia muy positiva, pues pude certificar que con esfuerzo, constancia y motivación todo es posible. Como deportista me aportó sobre todo fuerza mental. En este tipo de pruebas se trata de sobrevivir a la propia carrera y en este sentido la faceta de la mente es todavía más importante que la física. Como persona diría que los 100 km. te aportan sobre todo seguridad en ti mismo al ver que eres capaz de conseguir lo que te propongas. Nunca volví a correr otra prueba de 100 km., puesto que ya había logrado el objetivo de acabar y no encontré la motivación suficiente para repetir la experiencia.

Mi bloc de notas
* A aquellos que se planteen correr los 100 km. les diría que es un objetivo duro, pero alcanzable si tienes una buena base física y mental. Poseyendo ambas cualidades, les animaría a correrlos por la emoción que se siente al cruzar la meta, por la seguridad y autoestima que te reporta para todos los aspectos de la vida. Creo que la edad más interesante para intentarlo sería entre 35 y 55 años, que es cuando la persona puede estar más madura física y mentalmente. En cuanto a la forma de vida que deben llevar, no creo que tengan que modificar su estilo habitual. Yo al menos no lo he hecho.
* Tampoco en cuanto a los entrenamientos, que son parecidos los de la maratón, aunque un poco más exigentes. Yo nunca realicé doble sesión y ‘rodaba’ cinco días a la semana. Mi acondicionamiento fue parecido al que realizaba para los 42 km., si bien con más volumen de trabajo.
* Para preparar bien una carrera de 100 km. hay que tener experiencia previa en la maratón. A partir de ahí, se trata de programar entrenamientos en los que se logre acumular el máximo número de kilómetros posibles. Siendo, durante estas sesiones, fundamental ‘escuchar’ en todo momento a tu cuerpo. Si se detecta que no se es capaz de asimilar bien los kilómetros, hay que descansar o hacer menos de los programados. Lo más importante es llegar descansado y sin lesiones al día de la prueba.
* El entrenamiento más importante de la semana es el día de ‘rodaje’ largo, que es la base de la prueba. A esa jornada —suele ser un sábado o un domingo— hay que llegar descansado, bien alimentado —a base de carbohidratos— y sin carencia de líquidos. Para los que busquen una marca determinada el ‘farlek’ me parece una fórmula muy interesante de acumular kilómetros trabajando a la vez la calidad.
* Los principales problemas que suelen surgir para preparar una prueba de estas características es el disponer de mucho tiempo para entrenar. Y el nivel de exigencia al que se somete al cuerpo, ya que las articulaciones sufren mucho con el paso de los kilómetros y es importante tener una buena base muscular —sobre todo en cuádriceps— para proteger las rodillas, gemelos y el tendón de Aquiles. La principal ventaja es que, si superas el reto, la satisfacción es enorme tanto a nivel deportivo como humano.
* Como anécdota —y para terminar— contaré lo que le ocurrió al internacional irlandés Eddie Gallen. Recuerdo que tuvo algún problema muscular durante la carrera. Cuando le adelanté lo vi corriendo hacia atrás. Creo que era sobre el kilómetro 70. Le pregunté qué pasaba y me dijo que no me preocupara, que era un problema muscular, que le originaba muchas molestias corriendo hacia delante. Cuando le vi entrar en meta un minuto antes del cierre de control, ‘aluciné’. Creí que se retiraría y al final logró acabar antes del tiempo límite. Un ‘crack’.

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