ULTRAFONDO

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martes, 10 de enero de 2012

EUFRASIO: NUEVA YORK SE RINDIÓ A TUS PIES

EUFRASIO: NUEVA YORK SE RINDIÓ A TUS PIES


Eufrasio Fernández vive en Avilés (Asturias), aunque es natural del pueblo de Manzaneda, en el municipio asturiano de Gozón. Estaba delicado de salud y fue su hijo Frasi quien le convenció de que empezara a correr, con el fin de intentar poner a punto su cuerpo a través del deporte. Eufrasio comenzó a practicar el ‘footing’ poco a poco y experimentó tanta mejoría con la carrera continua que, pasado un tiempo, se animó a preparar una maratón, la (para él sobre todo) extraordinaria prueba de los 42,195 km. Y lo intentó por primera vez en Berlín 2004, acompañado de su hijo Frasi —de entonces 30 años—, el cual, aunque siendo abogado y periodista no le sobraba el tiempo, todavía encontraba algún momento libre para someter su cuerpo a duros entrenamientos, lo que le permitía ser un buen maratoniano de menos de 3 horas. También acudió a Berlín en aquella ocasión con ellos Germán Meneses —que entonces tenía 50 años—, inspector de servicio de la Consejería de Sanidad del Principado de Asturias, que en su día también había sido alcalde de barrio de la localidad asturiana de La Fresneda.
Quien este libro les escribe fue testigo de excepción en muchas ocasiones de la sacrificada preparación que llevó a cabo Meneses para cumplir el sueño de terminar su primera maratón. Incluso llegué a darle variados consejos y a facilitarle algunas programaciones. En una entrevista que le hice en un periódico de la región me contaba algunas de sus sensaciones en la fase de preparación para Berlín 2004:
‘Yo ya corría algo —decía Meneses— pero no al nivel de asumir la responsabilidad de acondicionarme para una maratón. Me entrené durante un año entero, con una frecuencia de cuatro veces por semana. Sólo llevé a cabo dos sesiones largas, de 30 kilómetros cada una, aunque después de las mismas necesité una semana para reponerme del sobreesfuerzo y de los achaques en las articulaciones. Pero el ser capaz de terminar esos ‘rodajes’ largos de 30 kilómetros me supuso el adquirir cierta confianza en que sería capaz de concluir con éxito el utópico proyecto de mi primera maratón…’.
Eufrasio Fernández había tenido que realizar un gran esfuerzo y llevar a cabo una estoica preparación, al igual que Meneses, lo que tiene un gran mérito, ya que llevaba poco tiempo practicando el ‘running’. Pero, con tan mala suerte, que diez días antes de la partida para Alemania sufrió una contractura importante en una pierna, lo que ya —lamentablemente y después de tanto trabajo— le dejaba fuera de la terna de participantes. Sin embargo, el viaje a Berlín no se lo iba a perder, aunque ahora en su función de ‘supporter’.
‘Llegamos a Berlín —me contaba Meneses, con motivo de la entrevista en la prensa— con nuestras familias y mucha ilusión, aunque dispuestos a correr solamente Frasi y yo, lamentando mucho que tuviéramos al principal protagonista de la historia todavía recuperándose de su desgraciado percance. Tomamos la salida de la Puerta de Brandenburgo cuarenta mil corredores. Lo primero que nos impresionó fue la extraordinaria organización. Frasi —que ya era un maratoniano de menos de 3 horas— se sacrificó por mí y me acompañó todo el recorrido. También me fueron muy valiosos tus consejos. Aun así, a partir del kilómetro 28 sufrí ‘como un perro’, pero los ánimos de Frasi y del gentío me hacían seguir adelante y soñar con la meta. Me impresionó ver a corredores sangrando por las ingles o por los pechos y me acordé de los consejos que para prevenir eso me habías dado. Al final tardamos 3 horas y 51 minutos. Para mí, una proeza impensable. Para mi compañero Frasi un mal registro, por cuidar de mí y animarme durante todo el trayecto. La carrera de maratón es como la vida de una persona en 4 horas. Tienes todo tipo de sensaciones de euforia, sufrimiento, amistad, solidaridad, de derrota…Una buena experiencia. La recomiendo a cualquiera. Ahora entiendo cómo este deporte engancha: cuando llegas a la meta el placer es enorme, las endorfinas te hacen flotar y te acercas por momentos al cielo...’.
El periplo de Meneses, Frasi y Eufrasio —junto con sus familias— por Berlín está lleno de anécdotas. Pero siempre recordarán la de los ‘dos muros’. Decía Meneses que ‘…el día anterior, mientras paseábamos por la ciudad al lado de los restos del tristemente famoso muro que dividía la Alemania del este y del oeste, escuchando como a un grupo musical tocaba ‘Pink Floid’, me apuntilló Frasi —no sin cierta socarronería— que ese muro impresionaba, pero que al día siguiente yo conocería el verdadero muro hacia el kilómetro 30 de la maratón y tendría que atravesarlo. Y su predicción se cumplió al pie de la letra…’.
Tres años después, los mismos personajes —esta vez con Eufrasio Fernández a la cabeza— decidieron intentarlo de nuevo en la maratón de Nueva York, quizás una de las más carismáticas del mundo. Llegaron con tiempo suficiente para vivir el inigualable ambiente multicultural que impregnaba la ciudad de los rascacielos en los días que preceden a la extraordinaria prueba atlética. Visitaron el Empire State, los antiguos Cien Acres del Infierno (el SoHo), la Zona Zero, China Tawn… Se hicieron fotos en Central Park con la que, a la postre, sería la ganadora en damas, la mismísima Paula Radcliffe, cuando esta hacía unas progresiones por dicho recinto. Y hasta tuvieron tiempo de participar en la ‘Carrera de la Paz’, uniformados con los colores nacionales, el día anterior a la maratón, prueba simbólica que discurre entre la sede de la ONU y Central Park —unos seis kilómetros— y en la que están presentes las banderas de todos los países que al día siguiente van a tener algún corredor intentando completar la maratón.
A las 5:30 de la mañana del esperado día nuestros protagonistas, después de haber tomado un buen desayuno en el hotel, se hallaban ya listos para que un autobús los trasladase a la línea de salida, en State Island, donde — con una impaciencia suavizada por los acordes de las bandas de rock y de la melodiosa ‘New York, New York’, de Frank Sinatra—, esperarían a que un cañonazo que iba a retumbar sobre toda la bahía les indicara el liberador momento de tomar la salida.
Suena el disparo y 40.000 almas se ponen en movimiento, con las ilusiones intactas. Brooklin se ha echado a la calle para animar a todos y todas, desde el primero hasta el último, no importa el puesto. Cada corredor o corredora tiene la sensación de que todo Nueva York está allí para aplaudir y jalear a tan extraordinaria comitiva.
Pasa el tiempo y nuestros tres amigos, ataviados con unas impecables elásticas rojas, ya han devorado 21 kilómetros. Poco a poco Brooklin se va quedando atrás. Ahora entran en Queens. En el kilómetro 25 cruzan el puente de Queenboro y se adentran en Manhattan, el lugar donde más espectadores hispanos por metro cuadrado encuentran. ‘¡Vamos, España!. ¡Buen trabajo, Spain!’, les gritan. Y nuestros tres héroes, con vello erizado, ya no corren: vuelan sobre el asfalto hacia la meta. En Harlem sienten de nuevo gritos de ánimo. Y desde el lateral de la calle ven como un grupo hispano corea el ‘¡Vamos España, dales caña…!’. Por eso, a pesar del cansancio, una emoción profunda les embarga cuando giran a la izquierda, para dejar la ‘Quinta Avenida’ y entrar en Central Park. Ya ven los árboles: intuyen que la meta está cerca. Ya no hay dolor, sólo gloria. Por fin cruzan el arco de triunfo y, al hacerlo, Eufrasio Fernández mira al cielo y dedica la carrera a su madre Nemesia, recientemente fallecida. Los tres se abrazan. Es el éxtasis final.
Esta es la historia de tres españoles que tuvieron por unas horas Nueva York a sus pies. Eufrasio Fernández, el ‘ironman de La Manzaneda’, empresario —del que dice Meneses que su mayor virtud es ser una buena persona—, que recobró la salud corriendo, como demuestran sus análisis clínicos. Su hijo Frasi, periodista y abogado, un hombre que, aunque atareado y presa de las ocupaciones cotidianas, sacó tiempo de donde no lo había para ser solidario tanto en Berlín como en New York. Y Germán Meneses, inspector sanitario y antiguo alcalde de barrio, que dice que las instituciones españolas no saben vender adecuadamente el poder de curación del deporte, ya que no invierten en promocionarlo a todas las edades, sin saber quizás que es la mejor medicina preventiva…Los tres han escrito un pequeño trozo de la historia de la maratón, cuyo recuerdo anidará para siempre en lo más profundo de sus corazones. (Millariega).

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